El ámbito de la razón es un buen ambiente para el desarrollo técnico y, tomado
con cautela, para el social y humano. Sería ilusorio prescindir de las facetas
afectivas e incluso irracionales de la conducta de los hombres, es más hay que
estudiarlas, con la esperanza de reducirlas a sus justos términos, a sus límites
y al conocimiento de su fuerza. Pero sólo en el entorno de la racionalidad puede
haber acumulación y comunicación de conocimientos, y por tanto avance.
Las ciencias sociales han potenciado la libertad humana y sus
posibilidades de actuación mediante la extensión del conocimiento de la realidad
social. Las explicaciones tenebrosas sobre la sociedad y su origen, los
esquemas míticos e imaginativos, no significan ampliación del conocimiento y por
tanto de la libertad humana, podríamos pensar en que más bien la reducen al
apartarla de la realidad. La razón humilde, que conoce sus límites, es el
instrumento de trabajo, como lo ha sido desde hace siglos en el campo de la
Filosofía, de la Teología o del Derecho.
El conocimiento de los límites de la actuación humana es el primer paso
de la libertad. Conocer la influencia concreta sobre el hombre del ambiente
físico, y del social que le rodea y del que forma parte, es condición
indispensable del progreso humano, al que no podemos dejar de aspirar. Un viejo
profesor solía repetirnos que el que menos sabe es el que no sabe que no sabe.
Por nuestra parte, debemos hacer un esfuerzo para conocer las limitaciones que
la vida social acarrea para la conducta humana, sin perder de vista que es, en
buena parte, una construcción nuestra que nos permite potenciar nuestras propias
realizaciones.
En su apuesta por la razón la Sociología es especialmente consciente de
las dificultades que entrañan las explicaciones o intentos de comprensión de la
realidad social y de sus diferentes facetas. El sujeto pensante en su actividad
no es neutro, por más que intente serlo, está influido por sus intereses
personales y por los de los diferentes grupos en los que está inmerso, por
consiguiente el conocimiento disponible no siempre será objetivo. La carga
innoble que tiene que soportar como hombre debe llevarle al sociólogo a intentar
valorar más la racionalidad, nunca a desistir en la lucha por acercarse al
objetivo vital de búsqueda de la verdad. Procurará apartarse cuidadosamente, en
las tareas intelectuales, de las propias pasiones e ideologías, dándose cuenta
de la dificultad ‑por no decir imposibilidad‑ de alcanzar la meta y de la
importancia de la lucha.
Mi apuesta personal por la racionalización ha ido concretándose en la
última década en mi actividad docente, desarrollada en las Universidades de
Oviedo y Complutense de Madrid, y también en otros centros europeos y
americanos. Los temas que propongo en este libro han sido explicados y debatidos
en clases de Sociología con unos cuantos miles de estudiantes, es más, fueron
escritos para fomentar el debate intelectual. La elección de los temas no ha
sido metódica, sino que más bien ha ido impulsada por necesidades didácticas, el
interés personal o la ausencia de información adecuada disponible. Varios de los
capítulos adquirieron su primera forma en conferencias dadas en distintos
sitios, en apuntes de clase y en artículos publicados en revistas de la
especialidad.
El primero de los capítulos intenta tener un cierto carácter
introductorio para personas ajenas a las ciencias sociales. Es un breve
compendio de teoría sociológica, en el que se pretende explicar cómo y por qué
aparece la Sociología como ciencia en el siglo XIX, el ambiente intelectual e
ideológico del comienzo de esta disciplina, en una revisión histórica, y el
objeto de estudio en que se va centrando, con las consiguientes peculiaridades
metodológicas que conlleva tal decantación.
En los tres siguientes capítulos se repasan algunos conceptos básicos en
la Sociología: la persona, el grupo y la sociedad, la cultura y el mundo de las
normas sociales. Estos conceptos centrales nos introducen a otros entrelazados
como el de grupo o el de ideología, con tradición en las ciencias sociales. El
esquema clasificatorio y taxonómico seguido intenta servir de práctica
conceptual a los alumnos, para darles una soltura en el manejo del lenguaje
sociológico y facilitar el estudio de los procesos e instituciones que
constituyen la estructura social y explican su cambio.
Los capítulos quinto y sexto constituyen la parte nuclear del libro y se
centran en las relaciones entre el hombre y la sociedad, distinguiendo los dos
procesos generales de la dialéctica social: la socialización y la objetivación
social. Por una parte nos acercamos intelectualmente a la consideración del
hombre como hijo de la sociedad en que vive, y por otra en la visión de la
sociedad como construcción objetivada de los hombres. La consideración de los
dos procesos parece importante para intentar ayudar a poner en su justo término
la comprensión de las limitaciones de la actividad humana y la responsabilidad
de los hombres como sujetos de la acción social.
Finalmente, hay tres capítulos dedicados al estudio de la estructura
social. El primero de ellos analiza el significado mismo del
concepto "estructura social", planteando su interés y los límites que acarrea.
Se propone un esquema para el estudio empírico de la estructura en los puntos
referidos a los procesos e instituciones fundamentales entre los que está la
población y el bienestar social, objeto de los dos últimos capítulos. En el
capítulo octavo que lleva por título "Población y demografía" hay una
explicación teórica de los problemas de la población, seguido de un análisis de
la evolución demográfica mundial y de la española. Finalmente, el último
capítulo, dedicado a los problemas sociales y la política social, se queda en un
planteamiento teórico para ayudar a situarse ante la forma de abordar el estudio
de los problemas sociales. Estos tres capítulos formaban parte de un proyecto de
estudio acerca de la estructura social de España, que pretende abarcar otros
procesos e instituciones como la familia, la estratificación social, la
religión, etc., de los que sólo he escrito retazos; el proceso sigue abierto
aunque ralentizado.
Siempre, y más en un libro que pretende ser de texto, ayuda en las tareas
didácticas, la búsqueda de esquemas sencillos, hace al autor deudor de otros
muchos estudiosos. Las numerosas referencias en cada uno de los capítulos
manifiestan las ayudas recibidas, y deseo explícitamente mostrar mi
agradecimiento.
En todos los capítulos he recibido colaboraciones y comentarios muy
concretos, en muchos casos después de leer detenidamente una primera redacción y
devolverla con abundantes anotaciones marginales y sugerencias críticas, o
marcando desacuerdos en otros mediante comentarios globales al plantearles el
tema. Deseo hacer constar mi agradecimiento explícito por su ayuda
a los siguientes profesores que cito en el orden que recuerdo de
aparición en escena: los profesores del Departamento de Sociología de la
Universidad de Oviedo (Oscar Iturrioz, Rodolfo Gutiérrez, José Mª García, Jesús
de Miguel y Ramón Nemesio); Pierpaolo Donati de la Universidad de Bolonia, José
Antonio Ibáñez-Martín de la Universidad Complutense, Peter Berger de Boston
University, Joe Pérez Adán de la Universidad de Valencia; José Luis Dader y
Eduvigis Sánchez de la Universidad Complutense y, finalmente, Leonor Gómez
Cabranes de la Universidad de Extremadura.
También los alumnos para los que he escrito, fundamentalmente, este
libro, han sido una fuente continua de inspiración y han dado lugar con sus
comentarios, preguntas y sugerencias a muchas de las ideas expuestas.
Especialmente deseo resaltar la colaboración de Yolanda y Jesús, que
mecanografiaron la versión inicial de los "Apuntes de Sociología", antecedentes
de este pequeño manual. También Angele Kasho ha ayudado generosamente en la
revisión última del texto. Entre todos han hecho posible esta tarea.
Una vez mostrado mi agradecimiento por las numerosas ayudas recibidas en
la redacción de estas páginas, no puedo dejar de responsabilizarme del resultado
final, con la esperanza de que sea útil a los que intenten racionalizar la vida
social.